Pensar fuera de la caja no es solo un ejercicio de innovación; es una necesidad. Hoy, en México, esta necesidad es evidente con la reciente reforma al Poder Judicial, que permitirá la elección popular de cargos en el sistema de justicia. Esta medida ha desatado intensos debates, y una de las voces críticas es la de Jesús Silva-Herzog.
Silva-Herzog, con un análisis metódico y profesional, ha advertido sobre el riesgo de “destruir el Poder Judicial” con esta reforma. Su reputación en el análisis político y judicial en México es ampliamente respetada, y su trabajo, caracterizado por rigor y precisión, ha establecido estándares en el país. Sin embargo, incluso el análisis más profesional puede no tener la última palabra. En este caso, su interpretación parece enmarcarse en una concepción tradicional de la función judicial, un «pensamiento en la caja» que observa estos cambios bajo paradigmas clásicos y percibe la reforma más como una amenaza que como una oportunidad.
Al considerar la propuesta solo desde la teoría judicial convencional, su crítica parece ignorar la motivación esencial: combatir la corrupción y acercar la justicia a la ciudadanía. Pensar fuera de la caja requiere, más que apegarse a los análisis tradicionales, romper con las visiones heredadas y aventurarse más allá de los límites de lo establecido. La «cuarta transformación» impulsada por Morena pretende limpiar las instituciones, rompiendo con prácticas corruptas y reconstruyendo un sistema de justicia que responda a las necesidades del país. Al optar por la elección popular de jueces, Morena está ofreciendo un cambio radical que, en lugar de basarse en modelos externos, busca adaptarse al contexto mexicano. ¿Puede este experimento funcionar en un país donde el Poder Judicial es ampliamente desacreditado? La respuesta no puede llegar solo desde el corto plazo ni desde los estándares convencionales.
La crítica, naturalmente, es válida y necesaria. Sin embargo, muchas de las opiniones sobre esta reforma parecen centrarse en los riesgos inmediatos y en los temores de perder tecnicismo y autonomía. Pensar fuera de la caja exige ver desde una perspectiva histórica y cuestionar qué problemas de fondo busca resolver esta reforma. Es un primer paso en un intento de transformación estructural; y aunque los riesgos están presentes, la oportunidad de acercar la justicia al ciudadano bien merece el intento.
Reconocer las virtudes de una propuesta ajena, especialmente en el ámbito político, es un reto que pocos analistas están dispuestos a asumir. No es fácil para nadie admitir los méritos de un grupo político contrario, así como tampoco es sencillo señalar los errores dentro de nuestro propio “círculo”, ya sea nuestro partido, amistades, o incluso la familia. Sin embargo, como sociedad, necesitamos ir más allá de la defensa ciega y aprender a reconocer las virtudes de cada propuesta. Así como deberíamos celebrar cuando Morena da un paso hacia el cambio positivo, también debemos admitir los errores que comete, como el reciente caso en que el hijo del presidente se posicionó como «segundo al mando» en el partido. Esta decisión, que evoca el nepotismo criticado en el Poder Judicial, resulta difícil de justificar.
Este ejemplo revela una verdad que subyace en nuestra sociedad: la lucha de clases. Al final, pertenecer a un grupo con el que nos identificamos influye en nuestra perspectiva. Lo que algunos líderes en Morena ven como “natural” o “inevitable”, para los críticos es una muestra de privilegio disfrazado de mérito. ¿Fue casualidad que el hijo del presidente ocupara ese lugar, o simplemente se evitó colocarlo en la presidencia para no hacer tan evidente lo evidente? Al final, el nepotismo sigue presente porque el poder rara vez legisla la moralidad. En política, los errores propios se perdonan mientras se amplifican las faltas ajenas, lo que nos recuerda que la ciudad utópica sigue siendo inalcanzable.
El análisis crítico de Silva-Herzog y otros pensadores es indispensable para una democracia saludable. No obstante, quedarse dentro de los marcos de pensamiento tradicionales puede ser una limitación. Esta reforma judicial, con sus imperfecciones, representa un esfuerzo por romper con la corrupción estructural que ha plagado al sistema judicial mexicano. ¿Es un riesgo? Sí. Pero también es un intento de cambio en un país que lo necesita desesperadamente. La situación de México exige que estemos dispuestos a ver más allá de los viejos esquemas y dar cabida a innovaciones, aunque imperfectas, que busquen sanar el sistema desde sus bases.
Pensar fuera de la caja en política implica reconocer lo bueno, venga de donde venga. Esto es, en última instancia, la máxima expresión de una visión verdaderamente transformadora.