¿Puede un movimiento radical llevarnos al cambio que México necesita? En un país que enfrenta crisis de corrupción, violencia y desigualdad, las respuestas no pueden ser tibias. México necesita de movimientos radicales que cuestionen el sistema desde sus bases y que propongan una transformación auténtica. En ese sentido, la apuesta de Morena de formar a su militancia en economía, política y conciencia social tiene, sin duda, tanto aciertos como riesgos.

Sin embargo, en medio de estas grandes verdades, cabe preguntarnos: ¿cómo prevenir que unas gotas de veneno se cuelen en esta verdad que parece tan necesaria? Morena busca enseñar a sus simpatizantes los fundamentos del análisis social y económico desde el materialismo histórico, mientras que otros partidos carecen de un programa y de una identidad firme que realmente unan a sus simpatizantes con un propósito organizado y sistemático. Morena, en cambio, parece tomarse en serio su movimiento, con un trabajo ideológico y social constante. ¿A cuántos no les sorprende la falta de formación en partidos como Acción Nacional para su base?

Como miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, puedo decir que sé lo que implica vivir con un compromiso diario. Tenemos un plan de trabajo espiritual que busca construir no solo nuestra fe personal, sino también generar un cambio en nuestra familia. Aunque, por supuesto, falta mucho por avanzar en temas de concientización social, el proyecto institucional y espiritual se toma en serio. Morena parece compartir ese mismo compromiso en su proyecto, trabajando con disciplina y con una visión de transformación diaria.

México necesita a esos “radicales” que actúen en favor del cambio. A veces, las grandes verdades se esconden en proyectos arriesgados, y no debemos perder de vista que el sistema actual no nos ha dado las respuestas que necesitamos. Sin embargo, en materia política y económica, es importante recordar que toda teoría tiene sus aciertos y sus limitaciones. Las experiencias fallidas de intentos de adaptación del marxismo nos recuerdan que en las grandes teorías también pueden colarse gotas de veneno. Estos sistemas, aunque ofrecieron propuestas de cambio, también enfrentaron el riesgo de burocratismo, la falta de libertad individual y el peligro del totalitarismo que coartó libertades en nombre de la igualdad.

A menudo, los miembros de Morena son llamados radicales, igual que los mormones u otros grupos «comprometidos con lo que quieren». No es un insulto, sino un reconocimiento de que el cambio exige compromiso. Al final, lo importante es preguntarnos si quienes critican estos movimientos están dispuestos a dedicar un tiempo similar para promover algo positivo en sus vidas y en su entorno. En un mundo donde muchos prefieren observar desde la barrera, es el compromiso radical el que realmente impulsa el cambio.

La formación que Morena ofrece a sus militantes está enmarcada en el materialismo histórico, un enfoque que permite analizar cómo los sistemas económicos moldean las estructuras sociales y políticas. Este marco fomenta una conciencia de clase que ha sido ignorada en México, permitiendo a sus miembros ver las causas profundas de la pobreza y la desigualdad. Desde esta perspectiva, Morena está ofreciendo una plataforma para despertar una reflexión crítica entre su base.

No obstante, es crucial evitar romantizar cualquier teoría. Una doctrina cerrada o una educación que promueva solo el pensamiento único puede ser tan dañina como el conformismo que busca combatir. México necesita un cambio, y ese cambio no puede surgir del miedo o la inacción. Tal vez Morena se esté atreviendo a hacer lo que otros partidos temen: arriesgarse a educar políticamente a sus bases y a generar una militancia más consciente y organizada. Es un paso valiente, pero también lleno de riesgos, porque en el ímpetu por el cambio pueden colarse vicios que ya conocemos.